Iba a ser en el 2019 la participación internacional estelar de artistas dominicanos. En la más importante y comentada exposición internacional del mundo, la Bienal de Venecia, cinco artistas dominicanos expusieron: Hulda Guzmán, Miguel Ramírez, Ezequiel Taveras, Julio Valdez, Darío Oleaga.
La República Dominicana, pese a participaciones anteriores, y últimamente con alto nivel, nunca había tenido un pabellón propio que llevase el nombre del país. Por primera vez, el arte dominicano tenía la oportunidad de mostrar su expresión contemporánea exclusiva, con cinco personalidades reconocidas, envío que tuvo el auspicio financiero integral del Ministerio de Cultura.
Las obras se referían a un tema de mayor compromiso: “Naturaleza y biodiversidad en la República Dominicana”.
Una participación perjudicada. La muestra dominicana se presentó en el Palacio Albrizzi, ya que la Bienal de Venecia, aparte de los privilegiados y reputados Giardini y Arsenale, hospeda a expositores en palacios, utilizando al máximo los espacios urbanos disponibles para arte y cultura; así fue el caso de Cuba. El inconveniente era que no podían alterar mínimamente el marco histórico secular, imponiendo un montaje tradicional –por cierto correctamente hecho–. La excelencia de los artistas dominicanos fue indiscutible, pese a los inconvenientes museográficos.
La sorpresa mayor fue la integración dentro del Pabellón de la República Dominicana, de artistas italianos sin relación con nuestro país. No hablemos de calidad: el nivel se sintió como una afrenta. Peor aun, esta cohabitación figura en todas las publicaciones de la Bienal de Venecia. Sin la menor aclaración, hay nueve expositores… de los cuales cuatro son italianos, y hay tres curadores, dos de ellos italianos.
Quien veía y leía… “Pabellón de la República Dominicana”, no entendía. ¿Por qué estos italianos no expusieron entre artistas de su propio país? Aparentemente, se trata de una práctica financiada, ¡tolerada e intolerable! Esperamos que para la próxima Bienal de Venecia, nuestro país cuente realmente con pabellón propio en Giardini o Arsenale.
“Te veo, me veo” de Lidia León. Ahora bien, vistas las circunstancias, la representación dominicana mayor –proyecto especial y privado– fue la instalación de Lidia León, “Te veo, me veo”, en la iglesia Santa María de la Encarnación e Isla de la Giudecca. Portentosa y emotiva, desplegaba materiales, procesos y elementos. Aunque separados, su conjunto mágicamente se hizo trama, tejido, unidad fascinante.
Ahora bien, una de las tempestades de Venecia damnificó la iglesia, obligando a Lidia León a quitar su obra apresuradamente… Felizmente, se reanuda en mayo, en el contexto de la Bienal de Arquitectura.
Presencia en Puerto Rico. Puerto Rico, a la que azotan las catástrofes geoclimáticas, siempre ha sido tierra de elección para nuestros artistas. Muy recientemente, Fernando Varela expusó en el Museo de las Américas su impactante serie “Forma y vacío”, de la cual afirmamos que no solamente la forma, sino el vacío, se caracteriza por su plenitud, transformando la mirada en fruición.
También importante y de gran calidad resultó ser la exposición colectiva organizada por la Fundación Cortés, que reunió, entre otras, obras de Gerard Ellis, José García Cordero, Jorge Pineda, Gustavo Peña, Quisqueya Henríquez, Fernando Varela, Hulda Gúzmán. Tenía además un nombre sugerente: “Tiempo, modo, lugar, nueva sintaxis de la plástica dominicana”.
Actividad multiplicada de Juan Trinidad. Ejemplo para la proyección dominicana ha sido y es el escultor Juan Trinidad, trabajador encarnizado, decidido a exponer internacionalmente como su actividad esencial. Llevó sus tallas directas a Austria y Portugal, y acaba de regresar de Egipto, donde participó en un encuentro y simposio que reunía prácticamente a todos los países del mundo, con un representante. Realizó su pieza “in situ”, sobre el tema: “Un corazón para la paz”, dialogando la madera al natural con partes laqueadas de vivos colores. ¡Parece que Juan Trinidad seguirá tan activo este año, llegando hasta Japón! Los ministerios de Relaciones Exteriores y de Turismo son sus principales auspiciadores.
Necesidad de una mayor proyección. Durante el 2019 hubo presencia del arte dominicano en otros eventos del exterior, en Miami y Nueva York, aun en Europa, como la muy exitosa muestra de Hulda Guzmán en Grecia. También el hecho de una residencia permanente –por ejemplo Iván Tovar en España, Julio Váldez y Ezequiel Taveras en Estados Unidos; Luz Severino en Martinica, García Cordero en Francia– pueden asegurar una valiosa referencia dominicana.
Sin embargo, estos éxitos y presencias no bastan, la calidad y la productividad, la historia y la evolución de la plástica dominicana demandan y ameritan mucho más. Este tema ha sido comprobado, revisado, recordado, analizado, discutido, denunciado, recriminado, pero la situación sigue… aunque nos alegremos cuando se impone una presencia internacional.
Mientras a una artista magistral y premio nacional solamente se le pueda proponer en la Unesco una proyección de imágenes de su obra, y no una exposición de sus cuadros, la angustia respecto al arte dominicano y su suerte en el exterior no se apaga…
Hoy Digital