«El año pasado fui detenido arbitrariamente por funcionarios del FAES, me llevó a una sede clandestina de torturas, duré ocho días secuestrado, desnudo, guindado como un animal. Fue objeto de torturas, me bañaron con agua fría, me ponían choques elécrtricos de corrientes en mis partes íntimas». Esta es parte del testimonio del expolicía Gilberto Rafael Martínez Daza, una de las víctimas de las atrocidades cometidas por el aparato represor del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela bajo la influencia de militares cubanos que recoge en su último informe anual el Instituto Casla.
Martínez Daza, en una serie de vídeos que ha facilitado a ABC esta organización de defensa de los derechos humanos con sede en Praga, explica que participaron militares cubanos, a los que pudo ver con sus uniformes reglamentarios en ocasiones en que pudo quitarse la capucha con que tenía cubierta la cabeza. «En varias ocasiones me hice las necesidades encima porque no me dejaban utilizar el baño», «me sacaron las uñas de los pies», «me quemaron los pies», asegura en otros pasajes del vídeo.
En la presentación del informe este viernes en Madrid, la directora del Instituto Casla, Tamara Suju, aseguró que los torturadores no respetan edad ni condición alguna, habiendo víctimas de incluso 14 años de edad.
Una de las que aporta su testimonio en vídeo, precisamente, es un joven que fue detenido con tan solo 16 años, Frank Alonso Flores Vergara, en la actualidad de 18. «Los policías me disparan, intento correr del lado contrario y una persona desconocida me golpea en la cara y me deja sentado. Los policías me agarran, me golpean, me suben a una moto y uno de ellos mete el casquillo por la herida que me habían producido», recuerda. Luego, en la comandancia, el volvieron a golpear y patear, hasta que lo echaron a la calle, explica.
Waleska Pérez, la esposa del capitán de corbeta Rafael Ramón Acosta Arévalo, muerto mientras permanecía en manos de las fuerzas del régimen. Pérez cuenta cómo fue colgado de una viga con las manos atadas a la espalda y le fracturan varias costillas, además de ser asfixiado con bolsas plásticas y recibir descargas eléctricas, hasta que fue presentado ante un tribunal en silla de ruedas, sin poder articular palabra.
Otro de los testimonios aportados es el de Molly de la Sotta, hermana del capitán de navío Luis de la Sotta, encerrado durante 17 meses en un «sótano infrahumano» de la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) en Caracas. Relata los golpes por todo el cuerpo, las asfixias con bolsas plásticas, la aplicación de polvo lacrimógeno y la privación de alimentos, entre otras torturas.
También habla Eredina Alfonso sobre los malos tratos a su hijo, Alonso José Mora, que recibió «diferentes métodos de torturas, crueles, brutales e inhumanas», incluyendo incluso la decapitación del perro de familia, que grabaron y utilizaron como método de amenaza. «Alonso presenta nódulos en todo el cuerpo, no sabemos su estado de salud. Recibió cualquier cantidad de descargas eléctircas, tiene fracturas, tiene dislocados los hombros y tobillos, y recibió palizas por todo el cuerpo», asegura la mujer.
Por último, el Instituto Casla retoma el testimonio que exfuncionario del Dgcim Ronald Alirio Dugarte Silva expuso a través de un vídeo ante la Organización de Estados Americanos (OEA), en el que confirma el adiestramiento por parte de la milicia de inteligencia cubana.
ABC