Desde el primer tratado de Meteorología escrito por Aristóteles hasta los complejos sistemas de satélites de nuestros días han pasado más de dos milenios y, a lo largo de todo ese tiempo, el ser humano ha sentido siempre una especial fascinación por el estudio de las condiciones climáticas. Sin embargo, lo que consideramos como meteorología moderna comenzó en 1850, año en el que se iniciaron los registros instrumentales globales más fiables. Es la denominada “meteorología instrumental” y gracias a su aparición, hoy en día contamos con un completo de registro que abarca casi dos siglos de mediciones y datos atmosféricos. Para los escépticos del cambio climático este registro es un gigantesco inconveniente porque muestra una tendencia de calentamiento directa y muy clara.
Si analizamos los datos de temperatura global, disponibles desde ese origen registral en 1850, enseguida comprobaremos que tenemos un problema muy serio: Los veinte años más calurosos desde que existen registros se han producido desde 1996. El año 2016 fue el más caluroso de la Historia y hasta hoy hemos estado muy atentos para comprobar cómo había ido el año pasado. Ayer aparecieron por fin los datos de 2019 y, como se esperaba, se ha colocado muy arriba en el ranking: 2019 ha finalizado como el segundo año más caluroso de la historia, y supuso la media de temperatura más alta de la historia de Europa. Las consecuencias de esta escalada en el termómetro son incontables y se pueden observar por todo el mundo, en especial en las regiones que, por su localización geográfica, ya estaban muy expuestas al calentamiento global.
Esta semana se ha publicado un nuevo estudio que confirma lo que ya intuíamos: El cambio climático ha aumentado el riesgo de incendios forestales a nivel mundial, y lo que es peor, las condiciones climáticas que han empeorado los incendios en Australia se volverán más comunes en el futuro. El análisis es el más completo realizado hasta la fecha y lo ha realizado la Oficina Meteorológica del Reino Unido recopilando hasta 57 estudios revisados por pares que trataban el vínculo entre el cambio climático y el riesgo de incendios forestales. Las conclusiones son muy claras porque todos los estudios analizados señalan directamente al cambio climático como factor que aumenta la frecuencia y la gravedad de las condiciones climáticas que propician el fuego.
Los incendios se ven causados, o agravados, por factores como las altas temperaturas, la baja humedad, la escasa lluvia en los días y semanas anteriores o las condiciones ventosas, por tanto este incremento del número y la importancia de los incendios no debería ser una sorpresa para nadie. Hace once años, el propio gobierno australiano publicó un informe en el que ya alertaba del peligro de los incendios en el futuro. Ahora, el informe británico vuelve a confirmar el importante riesgo a nivel mundial, afirmando que las temporadas de incendios se han alargado en todo el planeta desde el año 1979.
La noticia más inquietante la encontramos en las declaraciones de Richard Betts, el autor principal del análisis, que en una aparición en la BBC apunta a que lo que hoy consideramos condiciones extremas, como las de Australia, se convertirán en “la nueva normalidad” si el mundo continúa una trayectoria de calentamiento cercano a los 3 °C.
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