La expansión continúa, pero a un ritmo más bajo. La economía de Estados Unidos creció el año pasado un 2,3%, frente al 2,9% registrado en 2018 —cuando las rebajas fiscales de la Administración Trump aún hacían efecto—, según una estimación preliminar del Departamento de Comercio publicada este jueves. La de 2019 es la tasa de crecimiento más baja en lo que va de presidencia del magnate republicano, pero aleja los temores de una recesión inminente: el ciclo de crecimiento más largo de la historia (11 años consecutivos al alza, aunque a un ritmo inferior a anteriores recuperaciones) sigue su curso, aunque con menos vigor. Donald Trump prometió un crecimiento anual del 3%, pero ha culpado repetidamente a la Reserva Federal del incumplimiento de su objetivo. Todo apunta a que la moderación en la expansión seguirá en el año recién empezado.
La desaceleración de la economía estadounidense en 2019 tiene origen, sobre todo, en el decaimiento de la inversión no residencial —con unas “perspectivas algo oscuras”, apunta Kevin Cummins, economista sénior de Natwest en declaraciones a Bloomberg— y del consumo —del que tanto depende el gigante norteamericano, que pasó de crecer un 3% en 2018 a hacerlo un 2,6% y que “empieza a tirar para atrás”, agrega Cummins—. La compensación viene por el lado de la balanza exterior —las exportaciones crecieron un 1,4% y las importaciones cayeron un 8,4%, en plena guerra comercial— y del gasto público, que “se aceleró” en el tramo final del ejercicio, según explica en Departamento de Comercio en la nota con la que acompaña las cifras. También de la construcción, que repuntó, sobre todo, en el tramo final del año, una muestra más de la madurez del ciclo.
Cuarto trimestre en línea con lo esperado
Con la reforma fiscal ya lejana en la memoria y la productividad mostrando un rezago constante, Washington fía a la política monetaria —en 2019 redujo en tres cuartos de punto los tipos de interés— el intento por insuflar vigor en la economía. Apenas 24 horas antes de que se hiciese público el dato de crecimiento, la Fed decidió mantener las tasas de interés en un rango de entre 1,5% y el 1,75%. La presión de Trump y su Ejecutivo sobre el banco central estadounidense es máxima, con el objetivo de que relaje todo lo posible el precio del dinero y mantenga la expansión al menos hasta noviembre del año que viene. Pero empieza a no haber mucho margen. Ni motivos, con el crecimiento —aunque ralentizándose— firmemente instalado por encima del 2% y la tasa de paro, en mínimos de medio siglo. La inflación, sin embargo, sigue sin aparecer en el horizonte: el objetivo del 2% sigue lejos, a siete décimas.
En el cuarto trimestre del año pasado, el PIB de la primera potencia mundial creció un 2,1%, en línea con los tres meses anteriores y con lo que pronosticaban las principales casas de análisis, en buena medida gracias a la contención de las importaciones. La confianza empresarial, sin embargo, siguió el camino contrario al comportamiento general de la economía y cayó un 1,5%, sobre todo por la guerra comercial con China. La tregua firmada entre Washington y Pekín hace dos semanas debería ayudar a recobrar parte del optimismo de los inversores. El foco de preocupación actual sigue viniendo del país asiático, pero es otro: el coronavirus de Wuhan.