Un arqueólogo que afirmaba haber descubierto sobre un fragmento cerámico del siglo III la representación gráfica de la crucifixión de Jesús más antigua del mundo ha sido imputado por alterar artefactos arqueológicos con inscripciones fraudulentas, informa el portal Live Science.
El acusado es Eliseo Gil, un investigador español que saltó a la fama en 2006 tras excavar cientos de objetos de barro, vidrio y ladrillo en las ruinas de un asentamiento romano en Iruña-Veleia, un yacimiento arqueológico ubicado en la provincia de Álava, en el País Vasco, España.
Las piezas aparentemente databan de entre los siglos II y V y contenían dibujos —entre ellos, uno con tres cruces— así como frases en latín, griego y vasco y hasta jeroglíficos egipcios. De acuerdo con Gil, sus hallazgos demostraban una insólita conexión entre el cristianismo romano temprano y la cultura vasca, a tal punto que “reescribían los libros de historia”, recuerda The Telegraph.
Inconsistencias históricas graves
Sin embargo, otros científicos sospecharon de su autenticidad y alertaron a las autoridades. En particular, argumentaron que las inscripciones contenían palabras cuya ortografía era propia de varios siglos después, así como signos de puntuación modernos junto con un uso combinado de mayúsculas y minúsculas, una práctica inexistente antes del siglo VIII.
Asimismo, los jeroglíficos hacían referencia al nombre de la reina egipcia Nefertiti, una figura que probablemente fue desconocida hasta su redescubrimiento a comienzos del siglo XX. A su vez, las frases en latín correspondían a un lema elaborado para una corte internacional en La Haya (Países Bajos) en 1913.
Por último, algunos elementos de iconografía cristiana incluidos en el dibujo de la crucifixión bíblica surgieron con cientos de años de posteridad a la antigüedad de los fragmentos romanos.
¿Un elaborado fraude?
En 2008, una comisión de expertos analizó estas cuestiones a pedido de las autoridades y llegó a la conclusión de que 476 de las piezas arqueológicas habían sufrido manipulaciones o simplemente eran elementos arqueológicos falsos, apuntando a que Gil junto a otros dos colegas —el geólogo Óscar Escribano y el analista de materiales Rubén Cerdán— cometieron un elaborado engaño.
Gil y Escribano fueron imputados por fraude y por dañar elementos de patrimonio histórico, por lo cual podrían ser sentenciados a cinco años y medio de cárcel cada uno. Mientras tanto, Cerdán, que recibió cargos por elaborar una certificación fraudulenta de la autenticidad del hallazgo arqueológico, se enfrenta a una posible pena de dos años y medio de prisión.
El juicio
Los tres se presentaron la semana pasada en la primera audiencia por el caso en una corte de Vitoria-Gasteiz e insistieron en su inocencia, apelando a la falta de evidencia científica en su contra.
Gil, quien además vio revocada su licencia para trabajar en sitios arqueológicos, expresó durante una conferencia en 2015 que la situación por la que atravesaba era similar a “someterse a torturas”.
RT