La situación de la pandemia COVID 19 en nuestro país se agudiza y se extiende. Han aumentado vertiginosamente los casos de personas infectadas y lo más grave la cantidad de personas en confinamiento hospitalario que necesitan de cuidados intensivos sobrepasan la capacidad que tienen nuestros centros de salud públicos y privados para darle asistencia.
Esta realidad que nos arropa ha generado la declaración de 45 días de emergencia nacional y la promulgación del toque de queda en el ámbito nacional con diferencias entre provincias, en las que las provincias con mayor concentración de población tienen mayores restricciones que las demás.
A pesar de que desde marzo de este año se han desarrollado campañas con el lema “Quédate en casa” para que las personas se mantengan recluidas en sus hogares y disminuyan su interacción social e interpersonal así como las actividades de recreación y ocio, estas no han logrado un cambio de conducta ni un confinamiento permanente, sino que por el contrario se muestra que una parte significativa de la población se resiste a acatar este llamado y se mantiene en contacto permanente en grupos muchas veces sin mascarilla o con poco distanciamiento social que han sido las instrucciones que se ofrecen como prevención del COVID 19.
Las decisiones que se tomen con relación a la prevención del COVID 19 debieran estar sustentadas en un mayor conocimiento de las barreras existentes en los distintos grupos poblacionales con relación a las medidas que se toman
La gran pregunta es ¿por qué la resistencia a estas medidas?.
En nuestra sociedad existen distintas lógicas de vida y de manejo de la salud y el cuerpo en los diferentes estratos y contextos sociales.
En los grupos más vulnerables la vida y la muerte forman parte de la cotidianidad, y la salud-enfermedad se resuelven en medio de la precariedad con respuestas vinculadas a la medicina popular.
Debido a las pocas oportunidades que tiene una gran parte de la población de los sectores populares para su desarrollo humano su lógica de vida está sostenida en la sobrevivencia. Cada día se sale a la calle a buscar de que vivir, y esa búsqueda de medios de sobrevivencia puede ser en la mañana, en la tarde o en la noche, o en las tres tandas.
Lo que es recreación y ocio para los sectores medios es para muchas personas pertenecientes a los sectores populares su medio de sobrevivencia. La vida nocturna cerrada se convierte en un cierre de los canales de obtención de ingresos para mujeres, hombres, jóvenes que viven de esa vida nocturna a través del trabajo sexual, sexo transaccional, expendio de bebidas, baile, servicio en restaurantes y bares, venta de comida, parqueadores, entre otros…
Los vínculos sociales, las relaciones interpersonales y la interacción social son ejes fundamentales de la vida cotidiana de las personas que pertenecen a los sectores populares. A través de los mismos se teje su esencia vital y se tejen relaciones de solidaridad, reciprocidad e intercambio que les permite sobrevivir, así como la atención a niños, niñas y personas adultas mayores. La vida en la cultura popular no se encierra en un hogar, se extiende a la calle, a la comunidad, al barrio, el hacinamiento provoca esta ampliación del espacio-hogar. De ahí que cerrar las puertas significa cerrar la vida y, por tanto, ante el riesgo del COVID que es una enfermedad no visible para quienes no tienen un contacto con personas enfermas y afectar sus necesidades vitales, se prefiere el riesgo.
Además, hay que reconocer que en la cultura popular se vive el riesgo continuamente. Pues no se tiene nada seguro, ni la comida, ni el agua, ni la energía eléctrica, ni la salud, ni la educación, ni la vivienda. Todo está a expensas de la incertidumbre, de ahí que el contacto con el riesgo es distinto en los estratos pobres con relación a los estratos medios y altos.
Lamentablemente en los estratos medios se generan prejuicios, estigmas y uso de términos despectivos y de exclusión hacia los estratos pobres por la poca comprensión y conocimiento de su realidad y contexto sociocultural.
Las decisiones que se tomen con relación a la prevención del COVID 19 debieran estar sustentadas en un mayor conocimiento de las barreras existentes en los distintos grupos poblacionales con relación a las medidas que se toman. La represión no resuelve la resistencia, solo la pospone y por tanto no favorece a un cambio de conducta, solo agudiza la violencia, violación de derechos ciudadanos y vulnerabilidad social