¿Por qué sentimos vergüenza ajena? La psicología explica este incómodo fenómeno

La vergüenza ajena es esa sensación incómoda que surge al presenciar una situación embarazosa que afecta a otra persona, aunque no estemos directamente involucrados. Es una forma de “contagio emocional” que nos permite sentir malestar sin vivir la experiencia en carne propia.

Este fenómeno varía según la persona. Algunos lo sienten de manera intensa, con reacciones físicas como ruborizarse o apartar la vista, mientras que otros pueden tomarlo con humor o incluso con indiferencia. La clave está en la empatía: cuanto más capaces somos de ponernos en el lugar del otro, más probabilidades hay de que experimentemos este tipo de incomodidad.

El cerebro y la vergüenza ajena

Un equipo de investigadores liderado por el doctor Frieder Michel Paulus, de la Universidad de Marburgo en Alemania, analizó este fenómeno desde una perspectiva científica. Su estudio, publicado por el Servicio de Información y Noticias Científicas (SINC), incluyó a 619 personas, con una edad promedio de 24 años. A través de cuestionarios, midieron la intensidad de sus emociones frente a situaciones embarazosas.

Para profundizar en los mecanismos cerebrales involucrados, un grupo más pequeño de 32 participantes fue sometido a resonancias magnéticas funcionales (fMRI). Los resultados revelaron que, cuando presenciamos a alguien transgrediendo normas sociales, el cerebro activa las mismas regiones asociadas con la empatía: la corteza insular y el córtex del cíngulo anterior.

Estas áreas están relacionadas con emociones viscerales y la percepción de alerta. Según la investigadora Susanna Carmona, del Hospital Gregorio Marañón, estas regiones también se activan cuando sentimos compasión ante el dolor físico o emocional de otra persona.

¿Qué influye en la intensidad de la vergüenza ajena?

El estudio destacó que la incomodidad es mayor si la persona que protagoniza la situación embarazosa es consciente de lo que ocurre. En otras palabras, cuando alguien nota que ha hecho el ridículo, su vergüenza se amplifica y, como resultado, la sentimos con más intensidad.

Además, el vínculo emocional con la persona afectada también juega un papel crucial. Si se trata de un amigo o familiar, la empatía se intensifica, generando un mayor malestar. En cambio, cuando es un desconocido, la reacción suele ser menos intensa y más pasajera.

Cómo lidiar con la vergüenza ajena

Más allá de ser una reacción empática, la vergüenza ajena es una emoción subjetiva, influenciada por nuestras experiencias y el contexto cultural. Lo que genera incomodidad en una sociedad puede no hacerlo en otra, ya que cada cultura define qué comportamientos son aceptables o no.

Según Patricia Bermúdez Lozano, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM, cuando la vergüenza se experimenta de manera excesiva, puede derivar en ansiedad, fobias o autoexigencia extrema. Para evitarlo, recomienda cuatro principios clave:

  • Vanidad: Somos nuestros peores críticos, pero cometer errores es parte de la vida.
  • Unidad: Nadie es superior a otro; todos tenemos fortalezas y debilidades.
  • Autonomía: Nuestra identidad no depende de la opinión de los demás.
  • Competencia: En lugar de castigarnos por fallos, podemos aprender de ellos.

Por otro lado, la red de psicología Siquia sugiere estrategias prácticas para reducir el impacto de la vergüenza ajena. Una de ellas es cambiar de perspectiva: lo que nos parece embarazoso puede no serlo para los demás, y relativizar la situación ayuda a disminuir su peso emocional.

Otra táctica útil es aprender a reírse de uno mismo. La mayoría de las situaciones incómodas se olvidan rápidamente, por lo que no vale la pena darles más importancia de la necesaria. Además, exponerse gradualmente a momentos que generen vergüenza puede ser una forma efectiva de desensibilizarse ante el miedo al juicio social.

No confundir con burla o empatía

Aunque la vergüenza ajena surge como respuesta a lo que le sucede a otra persona, no debe confundirse con la empatía, ya que esta última es un proceso más complejo que implica comprender y atender las necesidades del otro.

Tampoco se trata de una forma de burla, sino de una emoción vinculada a la desaprobación y la incomodidad. En su estado más genuino, la vergüenza ajena refleja nuestra conexión con las normas sociales y nuestra capacidad de sentir lo que otros sienten, aunque sea desde la distancia.