Por qué la gente actúa de forma tan extraña en los aeropuertos

Muchos de nosotros hemos sido testigos de comportamientos inusuales e incluso antisociales en un aeropuerto o en un vuelo. Pueden ir desde actos benignos como dormir en el suelo o hacer yoga delante del sistema de visualización de información de vuelo hasta incidentes graves como discusiones de madrugada en estado de embriaguez o incluso intentar abrir las puertas del avión en pleno vuelo.

Estos problemas más siniestros parecen haber empeorado en los últimos años, con un aumento de los incidentes de air rage (rabia en el aire) y los desvíos de vuelos. Estos incidentes han dado lugar a llamamientos para reducir o incluso prohibir la venta de alcohol en aeropuertos y aviones. RyanAir, por ejemplo, ha pedido que se imponga un límite de dos copas en los bares de los aeropuertos para evitar incidentes de embriaguez en los aviones.

Pero, ¿qué tienen los aeropuertos para que nos comportemos de forma diferente?

Echemos un vistazo a la psicología.

Muchos veraneantes sienten que la aventura empieza en el aeropuerto, lo que les pone en un estado de ánimo diferente al normal. Están impacientes por empezar con buen pie una o dos semanas de relajado hedonismo.

Otros, sin embargo, están ansiosos por volar, lo que puede hacer que actúen fuera de lo normal o se refugien en el alcohol. El ruido y las aglomeraciones de los aeropuertos tampoco ayudan. Como ha demostrado el campo de la psicología ambiental, los seres humanos somos muy sensibles a nuestro entorno inmediato y podemos sentirnos fácilmente “sobrecargados” por factores estresantes como las multitudes y el ruido.

El estrés y la ansiedad producen irritabilidad, tanto temporal como permanente. Las personas generalmente ansiosas son más propensas a la ira. Y un estado de ansiedad temporal suele desencadenar ataques de ira.

En mi opinión, también debemos considerar el aeropuerto desde una perspectiva psicogeográfica. La psicogeografía estudia el efecto de los lugares en las emociones y el comportamiento de las personas, en particular los entornos urbanos.

En las culturas celtas, existe el concepto de “lugares delgados” especiales, a menudo arboledas o bosques sagrados, donde el velo entre el mundo material y el espiritual es delgado. En estos lugares, nos encontramos entre dos reinos, ni en uno ni en otro.

En el mundo tecnológico moderno, los aeropuertos también pueden considerarse “lugares delgados”. Son zonas liminales donde las fronteras se desvanecen. Literalmente, las fronteras nacionales se disuelven. Una vez que pasamos el control de seguridad, entramos en tierra de nadie, entre países. El concepto de lugar se vuelve difuso.

Del mismo modo, el tiempo se convierte en un concepto difuso en los aeropuertos. A punto de subir a un avión, nos encontramos en un espacio liminal entre dos zonas horarias, a punto de dar un salto adelante en el tiempo, o incluso de retroceder al pasado. Algunos vuelos en Estados Unidos (como el de Atlanta a Alabama) aterrizan antes de la hora de salida, ya que cruzan husos horarios. Ser capaces de manejar nuestro tiempo nos da una sensación de control sobre nuestras vidas. Perderlo puede ser otra fuente de ansiedad.

En otro sentido, los aeropuertos son una zona de ausencia, donde el momento presente no es bienvenido. La atención de todos se dirige hacia el futuro, hacia sus vuelos y las aventuras que les esperan cuando lleguen a su destino. Esta intensa atención al futuro a menudo provoca frustración, sobre todo si los vuelos se retrasan.

Los límites personales también se vuelven fluidos. Además de comportamientos antisociales, los aeropuertos pueden albergar comportamientos prosociales, en los que desconocidos comparten sus planes de viaje y vacaciones, hablando con una intimidad inusual. En tierra de nadie, no se aplican las inhibiciones sociales normales. Y el alcohol puede lubricar aún más esta cohesión social.

Debido a la confusión de tiempo y lugar, los aeropuertos crean una sensación de desorientación. Nos definimos en términos de tiempo y lugar. Sabemos quiénes somos en relación con nuestras rutinas diarias y nuestros entornos familiares. También nos definimos en términos de nacionalidad. Sin estos marcadores, podemos sentirnos a la deriva. Ya sea causada por factores psicológicos o ambientales, y aunque sólo sea temporal, la desorientación puede tener efectos perjudiciales.

Efectos liberadores

En el lado positivo, todo esto puede tener un efecto liberador para algunos de nosotros. Como señalo en mi libro Time Expansion Experiences (Experiencias de expansión del tiempo) normalmente vemos el tiempo como un enemigo que nos roba los momentos de nuestra vida y nos oprime con plazos. Por eso, salir del tiempo a veces es como salir de la cárcel.

Lo mismo ocurre con la identidad. El sentido de la identidad es importante para nuestra salud psicológica, pero puede llegar a ser constrictivo. Como los actores que interpretan el mismo personaje en una telenovela semana tras semana, disfrutamos de la seguridad de nuestros papeles, pero anhelamos ponernos a prueba y estirarnos con nuevos retos. Por eso, salir de nuestras rutinas y entornos habituales resulta estimulante. Lo ideal es que la libertad que empieza en el aeropuerto continúe a lo largo de nuestras aventuras en el extranjero.

En última instancia, tanto si nos sentimos ansiosos como liberados, podemos acabar actuando fuera de nuestro carácter.

De acuerdo con las teorías del psicólogo Sigmund Freud, esto podría interpretarse como un cambio de nuestro yo civilizado normal a la parte primitiva e instintiva de la psique, que Freud llamó el “id”. Según Freud, el “id” es el lugar de nuestros deseos y pulsiones, nuestra emoción y agresividad, y exige una gratificación instantánea. Normalmente, el “yo” controla el “yo”, pero siempre es susceptible de desbordarse, sobre todo cuando el alcohol o las drogas nos desinhiben.

Fuera de las restricciones normales, algunos veraneantes dejan que su yo se exprese en cuanto pasan el control de seguridad. Y una vez intoxicados, el yo domina por completo y puede provocar el caos.

Prohibir el alcohol en los aeropuertos puede sonar draconiano. Pero dado que hay tantos factores que fomentan el comportamiento antisocial, es difícil pensar en otra solución. En una situación en la que los límites se rompen, provocando un posible caos, un límite legal puede ser la única esperanza.

Artículo publicado en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.